domingo, 5 de diciembre de 2010

EL VIAJE SIN DESTINO.

  A punto estabas de cumplir 9 años cuando en casa llevábamos casi ocho días sin agua; estuvimos visitando a mi madre para bañarnos y comer; trastos sucios y ropa se acumulaban; de pronto tu padre llegó con la noticia de que saldría de viaje a Poza Rica; le comenté que nos llevara con él, que no tenía caso quedarnos en casa sin agua; cuando llegáramos probablemente el servicio ya se habría restablecido y nosotros podríamos disfrutar unos días lejos de todo ese caos que significaba no contar con ese vital líquido.

  Tu padre dudó un poco en llevarnos con él; en un principio se me hizo raro que se negara, pero dijo que era porque no sabría exactamente cuando regresaría y que tu perderías clases; yo también dudé; tardé un tiempo en tomar la decisión final de acompañarlo a ese viaje a Veracruz; me ilusionaba que conociéramos la zona arqueólogica de el Tajin, muy próxima a Poza Rica; salimos como siempre de madrugada; sin hacer caso de las dudas de tu padre y mías acerca del viaje; era un presentimiento que no logramos entender en su momento; cuando lo comprendimos fue demasiado tarde.

  Tú sabes que a tu papá le emociona la velocidad; para él conducir un auto le produce una adrenalina que es imposible de controlar; estábamos acostumbradas a que rebasara los límites, no teníamos miedo; al contrario, si iba lento lo apurábamos; cuando salimos aquella mañana sentí que él conducía muy lento, pero no le comenté nada; esta vez íbamos acompañados de un ayudante de tu papá que viajaba en la parte de atrás en la camioneta; tú adelante conmigo en el asiento del copiloto; de repente tu padre  dijo que no podía subir la velocidad puesto que llevaba la camioneta cargada con grandes botes de aceite hidráulico; en un momento dado salimos de la autopista y comentó que tendríamos que viajar por la carretera libre hacia Poza Rica; dije que no había problema y te cubrí con un hermoso cobertor verde que tenías desde que eras bebé porque tenías frío y querías dormir un poco; te acomodaste en mi regazo; pero no traíamos puesto el cinturón de seguridad...

  Es lo último que recuerdo; de ese día recuerdo solo algunos instantes, pero mi memoria borró por completo el impacto que sufrimos al chocar contra un trailer; desperté en un cuarto encima de una camilla y  tu papá de pié  a un lado de mi; me dijo que habíamos sufrido un accidente, pero que Giovana estaba bien, que estábamos bien; en ese momento no sabía quien era Giovana, no entendía de que me estaba hablando; tengo muy vago el recuerdo de cuando te ví; pero no lograba saber quien eras! Fué en el momento en que llegó una ambulancia por nosotros para llevarnos a Puebla; el accidente se dió en un poblado llamado Huauchinango.

  Tú me cuentas que viajaba en la ambulancia una enfermera que me acercó un bote por si deseaba volver el estómago, pero la que vomitó fue ella; al parecer se mareó con tantas curvas en la carretera; cuando llegamos al hospital; según me cuentan ustedes, te atendieron muy bien y a mí me operaron el brazo derecho que me había fracturado, tu papá dice que me lo rompí al tontamente ponerlo sobre el tablero de la camioneta, supongo que fue un reflejo para tratar de protegerte; hasta ese momento no sabía que te había pasado a tí; no recuerdo tu rostro! Mi mami llegó al hospital en donde estábamos y me quedé más tranquila sabiendo que ella te estaba cuidando; te compró un pants rojo con motivos navideños, de eso si me acuerdo; a tí te dieron de alta dos días antes, yo tuve que quedarme en Puebla.

  Al llegar a la casa de mi mamá; empecé a darme cuenta de lo que había pasado; antes díré que tu sufriste con tu dentadura porque el exceso de antibióticos que provocó  los perdieras; a los nueve años ya contabas con  unos dientes nuevos, fuertes, todo un conejito por lo grande que eran; pero en el accidente los perdiste una vez más; al no traer puesto el cinturón de seguridad y con el impacto fuiste a dar directo al tablero de la camioneta, posteriormente abajo de él y yo junto contigo; el ayudante de tú papá con el golpe pasó por encima de nosotras y se estrelló contra el parabrisas; lo empujó el bote de aceite que venía detrás; a tu padre no le pasó prácticamente nada; el si traía puesto el cinturón.

  Todo esto lo supe por tu papá; el me contó los detalles y para ese entonces ya me había fijado en tu rostro, en tu boquita lastimada y sin las apreciadas piezas dentales de mi lindo conejito; lloré inconsolable, me dolía ser tan tonta, tan estúpida como para no pensar en que el cinturón de seguridad pudo evitarte esa pena; al ver tu cobertor manchado de sangre no pude ni puedo imaginarme cuanto sufriste en el momento del accidente; dices que también te desmayaste y  no recuerdas nada; hubiese querido que nada de esto sucediera, no le hice caso a mi presentimiento, lo lamento.

  Ha pasado mucho tiempo, nueve años para ser exactos; estuviste en constante tratamiento médico con tus dentistas, desde que descubrieron que padecías prognatismo y debías usar una terrible máscara de hierro que no te gustaba, hasta los movimientos en tu dentadura que  tu magnífica ortodoncista llevó a cabo para recuperar tu linda sonrisa justo antes de que cumplieras quince años; todo lo que pasamos después del accidente nos sirve como otra experiencia más de vida; logramos superárlo una vez más; el miedo de viajar de repente aparece; pero sabemos que lo podemos vencer; y lo comprobamos al conocer finalmente El Tajin y Poza Rica; era un viaje que solo estaba esperándonos, no podía quedarse como un viaje sin destino.

  Yo comprobé una vez más que los milagros si existen...

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario